Cómo no
podía ser de otro modo, el club de lectura Aljaima, aporta su pequeño granito
de arena y se une a la lucha contra la violencia contra la mujer. Y lo hace con
las únicas armas que se enarbolan en este club, que no son otras que las
letras, los libros, los versos, armas que siempre estarán cargadas de futuro,
de hechos, son las únicas armas cargadas de futuro.
En República Dominicana se registró el asesinato de las tres hermanas Mirabal, hecho que tuvo lugar el 25 de noviembre de 1960, por órdenes del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo.
En 1981 se
celebró en Bogotá. Colombia, el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y
del Caribe, donde se decidió marcar el 25 de noviembre como el Día
Internacional de No Violencia contra las Mujeres, recordando el asesinato
de las hermanas Mirabal.
En 1993 la
Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración sobre la
Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en la que se definió la
"violencia contra la mujer" como
Todo acto
de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un
daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la
prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vía pública o en
la vía privada.
En dicha Asamblea se reconoció que eran necesarios "una clara
declaración de los derechos que se deben aplicar para asegurar la eliminación
de toda violencia contra la mujer en todas sus formas, y un compromiso de los
Estados y de la comunidad internacional en general para eliminar la violencia
contra la mujer".
Aparte de
una declaración de buenas intenciones, desgraciadamente está claro que aún
queda mucho camino por recorrer y mucha actitud machista y violenta ante la que
enfrentarse. Aquí os dejo estos versos, en memoria de tantas mujeres.
SIN QUERERLO TÚ
Sin quererlo tú,
cambiaste
el rojo pasión en tus labios
por prisión de moradas dentelladas;
cambiaste
tiernos roces de helecho en tu piel de luna llena
por atroces surcos sempiternos en tu escudo de piel maltrecho;
cambiaste
unos brazos en torno a tu cuerpo
por tu cuerpo en el torno de otros brazos;
cambiaste
las palabras susurradas en tu oído
por alaridos de odio serrando tus palabras;
cambiaste
los días de noches eternas
por una eterna noche sin día.
Sin quererlo tú,
cambiaste un pedazo de tu vida
por una vida en pedazos.
Sin quererlo tú,
cambiaste
ayer
por un hoy
que amenaza ser mañana.
Sin quererlo tú.
Por eso,
antes de que amanezca de nuevo
la noche
en tus ojos anegados,
sal de esa cama que no es tu cama,
vístete de brisa,
guarda en tu maleta el poco aliento que te queda,
traspasa el umbral
y cierra de un portazo.
Respira, aunque te duela,
y, si te quedan fuerzas, intenta sonreír.
Abre los ojos al sol que te acaricia,
que te están aguardando,
nada más doblar la esquina,
un rojo pasión insospechado,
tiernos roces de helecho desconocidos en tu piel de luna llena,
unos brazos que no sabías en torno a tu cuerpo,
palabras nunca escuchadas susurradas en tu oído
y, de nuevo,
esos días de noches eternas por estrenar.
Sin quererlo tú,
cambiaste
el rojo pasión en tus labios
por prisión de moradas dentelladas;
cambiaste
tiernos roces de helecho en tu piel de luna llena
por atroces surcos sempiternos en tu escudo de piel maltrecho;
cambiaste
unos brazos en torno a tu cuerpo
por tu cuerpo en el torno de otros brazos;
cambiaste
las palabras susurradas en tu oído
por alaridos de odio serrando tus palabras;
cambiaste
los días de noches eternas
por una eterna noche sin día.
Sin quererlo tú,
cambiaste un pedazo de tu vida
por una vida en pedazos.
Sin quererlo tú,
cambiaste
ayer
por un hoy
que amenaza ser mañana.
Sin quererlo tú.
Por eso,
antes de que amanezca de nuevo
la noche
en tus ojos anegados,
sal de esa cama que no es tu cama,
vístete de brisa,
guarda en tu maleta el poco aliento que te queda,
traspasa el umbral
y cierra de un portazo.
Respira, aunque te duela,
y, si te quedan fuerzas, intenta sonreír.
Abre los ojos al sol que te acaricia,
que te están aguardando,
nada más doblar la esquina,
un rojo pasión insospechado,
tiernos roces de helecho desconocidos en tu piel de luna llena,
unos brazos que no sabías en torno a tu cuerpo,
palabras nunca escuchadas susurradas en tu oído
y, de nuevo,
esos días de noches eternas por estrenar.
¡LA ALJAIMA VIOLETA, POR UN MUNDO SIN VIOLENCIA!
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