CLUB DE LECTURA ALJAIMA -- Como siempre, con algo de retraso por mi parte, os dejo el comentario de la primera reunión de esta temporada. La reseña, puntual y magistralmente escrita por la cronista oficial de nuestro club, la compañera Mari Ángeles. Nos reunimos para comentar "VIENTOS DE CUARESMA" de Leonardo Padura, el 23 de octubre. Aún recuerdo lo poco que gustó la novela de su compatriota Reinaldo Arenas "Un mundo alucinante", pero con Padura, todo resultó muy diferente. Os dejo la crónica. Nos vemos dentro de quince días.
El comentario general ha sido que
la novela se lee bien a pesar de los modismos cubanos. El lector se sumerge en
la atmosfera de la historia y acompaña a unos personajes absolutamente creíbles que construyen una
trama bien estructurada y no excesivamente compleja.
Leer a Padura es viajar a Cuba,
residir en La Habana, y respirar un aire pesado y caliente amalgamado de olores
y sensaciones. A través de las páginas de este libro hemos asistido a las
jornadas laborales de un policía que investiga el asesinato de una joven
profesora. Este hecho sirve al autor para, a través de los pasos del
protagonista, sumergirnos por obra y gracia de la literatura en el torrente de
vida de una ciudad hermosa y gastada, oscura y luminosa, amable y cruel.
En estas páginas hay personajes
diversos, bien dibujados y llenos de humanidad que siguen adelante, a pesar de
las dificultades, la frustración, el desanimo y amargo sabor de los sueños
rotos. El autor adereza este plato literario con una historia de amor, una
sexualidad vibrante, la tristeza de noches insomnes, la frescura de las conversaciones
repletas de sentido común y el gracejo de los modismos cubanos, mientras deja
caer en la narración fragmentos de la vida cotidiana en un país que, despojado
de tanto, lucha por conservar su identidad y dignidad.
Padura habla de aquellos a los que se prometió un futuro
perfecto que nunca llegó, y lo hace no solo a través del protagonista sino
dando voz a su entorno: el jefe de policía Rangel, el sargento Manolo, la magia
culinaria reparadora y amorosa de Josefina, el refugio seguro de los amigos y,
sobre todo, la amistad inquebrantable del flaco Carlos.
Mario Conde, teniente de policía
aspirante a escritor, se va perfilando entre contradicciones, bebiéndose la
vida y bebiendo los vientos, bailando
música y llorándola, buscando estrellas en
las duras noches insomnes del policía que ha visto demasiada oscuridad o
aferrado a la mano del amigo que nunca suelta la suya; mientras su voz con
deje cubano (“ya tú sabes”) va contando…